"que la filosofía sea capaz de preguntarse con radicalidad incluso por su propio ser es una clara muestra de que la esencia última de su actividad es ponerlo todo —absolutamente todo— en cuestión. Es para eso —con otras palabras, para ser capaz de recelar incluso de la pregunta, solo en apariencia inocente, por la utilidad— para lo que sirve la filosofía. Probablemente resida aquí la clave para entender la sustancia del permanente acoso a que se ve sometida. Pregúntense quién puede considerar que conviene poner en sordina un discurso como el filosófico, que no deja nada sin cuestionar, y tendrán la respuesta. ¿Me sigue, ministro?"
Manuel Cruz es catedrático de Filosofia Contemporánea en la Universidad de Barcelona. Acaba de publicar el libro Filósofo de guardia (RBA).
puede leer el texto completo en: ¿Le importaría preguntarme otra cosa? | Opinión | EL PAÍS
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