Filosofía de la mente del siglo XXI. Así se subtitula el libro de Markus Gabriel, cuyo título es igualmente significativo: el yo no es el cerebro.
Este libro parece tener dos rasgos que en principio mucha gente venía pidiendo al filósofo: el primero, que el filósofo -bien formado previamente en la tradición filosófica- hable sobre cuestiones actuales. El segundo, superar (porque conoce bien ambas) el enfrentamiento acostumbrado entre las tradiciones anglosajona y continental.
Supongo que solo por ello uno puede hacerse una idea relativa al éxito innegable (al menos en ventas) del filósofo estrella de los últimos años.
Los filósofos lo han recibido sin embargo con aparente menos entudiasmo que el público de las librerías y los comercios. Ninguna de las dos tradiciones lo reconocen. Los unos porque cuestiona el cientificismo y la "darwinitis", según los cuales para que un filósofo tradicional pudiese hablar de cuestiones actuales debería renunciar a su tradición continental (Foucault, Vatimo, Heidegger, Schelling, Kant, Wittgenstein...) y plegarse al único método posible: el naturslismo. Según los otros, porque para ser filósofo uno debe ser profundo y y renunciar a escribir libros de masas. Markus Gabriel, solo puede aspirar a encontrar lectores entre los que hayan leído con fruición a los "otros filósofos", los que como Rorty crean que la filosofía puede aspirar aún a ser "edificante" sin renunciar a ser filosofía.
La filosofía de Gabriel se inscribe dentro de la tradición continental, porque se levanta sobre la consideración continental de que el método apropiado debe ser aquel que se corresponda con su tema. Es la gran apuesta que acepta la filosofía continental desde Dilthey, contra el positivismo y cientificismo de Ranke. Pero también se inscribe en la tradición anglosajona, en la de Putnam y Rorty. Y así dialogando sobre actualidad con todos, con Schelling y con Kuhn, con Frege y con Kant, con Putnam y con Heidegger, Gabriel trata los temas que la filosofía continental solo en cafeterías se había atrevido a tratar. Porque los filósofos bien formados no publican sobre temas sin profundidad. El estilo de Gabriel, pues, no puede encajar bien del todo en España, demasiado escolástica; donde estamos acostumbrados a pertenecer a escuelas. Aquí ha sido recibido como un charlatán que no da la razón a nadie, como un discurso demasiado poco contundente contra "supuestos" enemigos. No se ha tardado en ponerle la etiqueta de "relativista", por cometer el supuesto sacrilegio de dialogar con todos bajo la premisa de considerar que los físicos no tienen un estatus más privilegiado que el filósofo para hablar sobre los entes.
Hay desde luego otro aspecto bastante peliagudo que parece sobrevolar la obra de Gabriel. El adiós a la verdad de la corriente filosófica antifundamentacionalista de autores como Vattimo. Sin él: ¿como aceptar el pluralismo epistemológico que nos propone? Supongo que el último paso necesario para acabar con el programa ilustrado podría verse como desechar la concepción racionalista de la verdad sobre la que se construyó el viejo dogmatismo continental. Desde Kant han sido muchos los intentos por repensar la verdad. No lo verdadero, sino la propia noción de verdad. Gabriel parece inscribirse en esa otra historia ocultada que frente a Descartes se inicia con Montaigne, que frente a Hegel pasa por Schelling, por Marx, frente a Carnap por Heidegger... Sin olvidar a tantos otros: Kuhn, Rorty, Foucault... La historia de los que se han opuesto a afirmar las verdades de la historia para comprender la verdadera historia de las afirmaciones. Siendo así... ¿Cabe esperar que los sabios y doctos filósofos reaccionen de otra manera? La sociedad sí parece haber recibido por fin entre abrazos libros de filosofía alemana.
La polémica esta servida. Parece que habremos definitivamente de leerlo, para ver qué da de sí todo este revuelo.
Comentario a la noticia del cukturamas:
http://www.culturamas.es/blog/2017/03/02/yo-no-soy-mi-cerebro-de-markus-gabriel/