Por más que no comparezca explícitamente en sus obras fundamentales, el amor es la idea que articula vida activa y vida contemplativa. Replegado como pasión a la esfera íntima de lo indecible (porque el amor erótico quema la distancia entre los sujetos y por eso es “sin mundo”, “antipolítico”), late en el fondo de esa amistad cívica que permite a Arendt pensar la política como algo más vinculante que el simple juego estratégico de oposición al adversario.
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