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miércoles, 9 de mayo de 2018

El universo es finito

Que la ciencia no existe en el mismo sentido en el que decimos que existen los científicos e incluso sus teorías científicas es una obviedad que se sabe desde Aristóteles, al menos. Aunque quizás algunos lo han podido olvidar, e incluso parece que -cuando hablan de la ciencia- los meros científicos y sus teorías no dejan de ser portavoces de una realidad que progresa aprovechándose de las pasiones y las genialidades de algunas existencias cuyo sentido se encuentra totalmente entregado a una totalidad muyo mayor que ellos mismos. Esta suerte de recuperación de una vieja idea idealista (y positivista) del progreso, es todo menos realista, aunque -como le ocurriera a los neoplatónicos medievales- ellos sean considerados como defensores de cierto realismo científico. Afortunadamente, no todos los realistas científicos son así de idealistas, y el comentario anterior no va dirigido a ellos.
Para despertar de este sueño decimonónico les recomiendo este último trabajo de el reciente fallecido gran científico de nuestra era, donde se puede apreciar que el progreso no lo es de la ciencia, sino progresiones que hacen los únicos sujetos reales de esta historia: los científicos; esos que Feyerabend se esforzó por rescatar comprendiendo -lo diré ortegianamente- sus circunstancias. Si no fuera porque sospecho que en lugar de ontológicamente, muchos creerán que se trata de un término con significado moralista, me atrevería a decirlo heideggerianamennte: sus inmundicias. Pero en España, es mejor decirlo con el maestro Ortega, que nos conocía bien, y aquí es mejor hablar (todavía en España nos escanndalizamos demasiado) de circunstancias.

Comentario a la noticia de El País:

https://elpais.com/elpais/2018/05/02/ciencia/1525265054_514813.html

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